sábado, 8 de agosto de 2009

1998 - Crónica del primer reencuentro


Viernes, 2 de octubre de 1998.
Se produjo el primer contacto en Córdoba hacia las 22 horas, en el Hotel Alfaros, asistiendo José Ignacio Fernández, Ricardo Veroz, Luis Merino y el abajo firmante, con algunas de las contrarias. Se procedió a la velada de rigor, tras una cena de tapeo con montilla en Casa Pepe, junto a la Torre de la Malmuerta. Cierre del establecimiento y quedada para el día siguiente.
Sábado, 3 de octubre de 1998.
Salida sobre las 11 h, hacia Cabra.
Ascensión al Picacho de Ntra. Sra. de la Sierra (en coche, ya se puede).

José Ignacio, Gloria, Berta, Ricardo y Pedro


Comida en Cabra (bar Andrés, recomendable).
Andada hasta la Sima, por un camino nuevo entre olivares (Ricardo, José Ignacio, Gloria de José Ignacio y yo). Ni el viejo camino pedregoso, ni el cortijo de la Sima, existen ya. En la boca, semi cubierta por la eterna higuera que tiene todo su follaje de verano, nos hacemos la foto, rememoramos y nos vamos.

Ha hecho buen tiempo. Refresco final en el bar La Mezquita, que no tiene ya memoria de la recepción que dispensó a los gulmoneros en 1963, hasta que nos echa (por incompatibilidad) un macro-tele vidente amante de la megafonía golera.
Cenamos en Córdoba, en tasca barullera y damos un garbeo nocturno y pausado por la tranquila Plaza de la Corredera.

Domingo, 4 de octubre de 1998.
Llueve durante la noche.
Visita a la Mezquita, cortada por la misa, en la que expulsan a los turistas que no profesan declaradamente. Puente romano y Alcázar de los Reyes Cristianos. Comida en La Fragua (Judería). Lluvia fuerte, refugio a salto de mata en puertas de patios y restaurantes, hasta llegar a la claudicación de un taxi que nos devuelve al Hotel.
José Ignacio y yo nos vamos a ver la Laboral.
Despedida de Ricardo y su esposa en el hotel, tras un intercambio de documentaciones incunables.
La última cena se hace, casualmente, en la Casa de Galicia, de Córdoba, con mariscada y Albariño, después de haber intentado localizar sitios donde cenar, por media Córdoba mora.

Lunes, 5 de octubre de 1998.
Salimos de Córdoba el día en que se cumplen los CUARENTA AÑOS de nuestra llegada a la Universidad Laboral.

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Las ciudades en las que uno ha crecido, han cambiado poco a poco, como la propia cara, borrándose de la memoria unas imágenes familiares que se han sustituido por otras nuevas, que han pasado a ser igualmente familiares.

La Córdoba de mi cuarto lustro, fue poco conocida para mí, porque sólo me dejaban bajar a ella de mes en mes, de tres a seis, al principio, y después porque prefería salir al campo, y aún ese corto tiempo de libertad era dilapidado en un banco corrido del "paraíso" en el cine "Gran Capitán" o en el "Duque de Rivas", a cambio de las dos con cincuenta que costaba la entrada. Tras la película, o películas si era sesión continua, teníamos que darnos prisa en pasear un poco al trote por el entorno de la plaza de las Tendillas, a fin de llegar a tiempo a los Jardines de Colón, de donde salía puntualmente el autobús de la Laboral, para que nos diera tiempo de comer a pasabolo un mini-bocadillo de mejillones en escabeche que acababa con nuestro presupuesto dominical de un duro. Aquel bar, el Bar Colón, ya no existe. El edificio de dos plantas en el que se hallaba, dejó el solar libre para una acera amplia y otro edificio en diedro de vertical infinita, de frente de cristales y hormigón, como los de cualquier ciudad que haya cambiado ante nuestros ojos.

Naturalmente, faltar de Córdoba durante treinta y cinco años y volver ahora, se nota. Porque Córdoba ha ido cambiando también, paralelamente a las demás ciudades. Mis escasas referencias se enmascaran entre los modernos edificios y comercios luminosos. Los fustes de columnas romanas que entonces se habían hallado esparcidas bajo un solar, hoy arañan el cielo, junto a edificios de estilo indefinible. Pero los arquitectos que atentan contra el firmamento, muy abundantes en otras ciudades, parecen ser minoría aquí, porque, al asomarse hoy a una buhardilla, puede uno ver aún las agujas, torres o espadañas de las cien iglesias de Córdoba la Llana.

Reconocí, porque junto a ella me llevó Veroz para cenar, la torre de la Malmuerta. Está igual que entonces, cuando bajo su estrecho arco pasaba el autobús que nos traía desde la Laboral, asomándose poco a poco para no encontrarse en la estrechura con algún carro de mulas que discurriera en sentido inverso. Después, me dijo Veroz, habían puesto semáforos. Pero ahora, está en medio de una plaza con una amplia calle que la rodea, y los vecinos, a ambos lados, pueden contemplarla a vista de pájaro desde sus casas. Aledaña está una nueva Escuela Universitaria, feudo de D. Ricardo, en la que da sus clases de Economía.

Si Córdoba ha sido modificada por mano de hombres o de dioses (ellos se dejan llamar arquitectos, por modestia), no ha cambiado igual la Universidad Laboral. Aunque cuando fue desocupada por los dominicos, a media década de los 80, quedó francamente abandonada, desde que fue asignada a la Universidad de Córdoba se ha vuelto a cuidar. Hay tres o cuatro empresas constructoras emplazadas cada una en un colegio, y se ha emprendido una notable remodelación que afecta al incremento de una planta elevada sobre las terrazas, al corte de los pasillos periféricos y a la nueva construcción de edificios complementarios unos e independientes otros. Pero lo más llamativo que ha producido el paso de estos treinta y cinco años, es la invasión del espacio aéreo entre los edificios existentes, por parte de la vegetación, arbustiva entonces, y de verdadero y magnífico bosque de pinos, morales y acacias espinosas, ahora. Apenas si asoman sobre las copas arbóreas las edificaciones medianas, como el gimnasio, la piscina cubierta y los talleres pre-vocacionales, de la zona occidental y la colonia de profesores hay que ir a buscarla bajo una selva.

El inmenso patio central, el teatro griego y el Paraninfo tienen la misma presencia. Pero el majestuoso casquete hemisférico de la iglesia, se encuentra emulado en altura por los pinos que entonces eran poco más que plantones.

El cambio es una característica de la Arquitectura y del Urbanismo, que se apoyan en las abscisas del tiempo. También, claro está, lo es del reino vegetal.

Pero no sucede lo mismo con la gente. Sobre todo, con la gente del GULMONT. Bien es cierto que, entre los asistentes a la convocatoria del ENCUENTRO DE GULMONEROS, el día 2 de Octubre de 1998, se notaba una cierta secuela de la lejía del tiempo en alguna que otra barba, o el efecto geodésico de un ligero achatamiento por los polos del eje vertical de casi todas las siluetas presentes, resultado de las muchas vueltas dadas. Pero en lo fundamental, las personas lo siguen siendo y las características de los sesenta, siguen siendo características en los noventa. Vaya como ejemplo el ¡GULMONT, TRA-CA-TRÁ! que nos soltó en el oído (directamente en el interno) Santiago Pérez Gago, nada más descolgar el teléfono, o las ganas de re-descender la sima de Cabra, de José Ignacio, que quería traer "unas cuerdas" para asomarse al balcón de la primera galería. Pude convencerle, para que adoptara una actitud más sosegada, exponiéndole que yo, puedo bajar y subir las verticales que sea menester, pero que luego, preciso de un tiempo de recuperación de músculos y recomposición de articulaciones que, por falta de días de vacaciones, no me puedo tomar, ya que requiero algunos meses para ello. Tampoco yo, he cambiado gran cosa.

Pedro Plana Panyart

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Como conclusiones de este PRIMER RE-ENCUENTRO de 1998, hay que remarcar:


* Nos hemos reunido cuatro gulmoneros

Ricardo Veroz Herradón
Luis Merino Guerrero
José Ignacio Fernández Martínez
Pedro Plana Panyart

* Hemos localizado, además, a

Santiago Pérez Gago
Alfredo Tirso Bautista
Jesús Ortiz de Salido Calvo (respondió a la 1ª circular el 1/10/98, por motivos imputables a políticos y concejales).

* Se ha elaborado la maqueta del libro "LA SIMA (en el tiempo del GULMONT)", de la que se han hecho doce ejemplares, dados a los asistentes y enviados a los localizados. Se procurará publicarlo, por considerarlo de interés para la historia espeleológica andaluza, y así podérselo facilitar a cuantos gulmoneros puedan ir apareciendo.

* Se intentará extender la malla de los gulmoneros localizados, para poder realizar próximas convocatorias de ENCUENTROS. No se deja establecida la periodicidad de éstos.

* Se intentará interesar a los organismos oficiales pertinentes, para involucrarles en actos que tengan como marco a la Sima de Cabra, a la hora de celebrar el CUARTO CENTENARIO de la PUBLICACIÓN DEL QUIJOTE (2005) [Iniciativa expresa de José Ignacio].

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