Uno de los tres personajes que, a lo largo de los diez años de pervivencia del Gulmont, tuvieron la responsabilidad directa de su funcionamiento, fue el cura dominico Alberto Riera Sellabona, fallecido en 2004.
La Universidad Laboral estaba regida y nutrida por educadores pertenecientes a esta orden, y las directrices que regían el Gulmont no podían ser ajenas a su ámbito de dirección. Alberto Riera era Vice-rector y Jefe de Estudios, razón por la que, cuando decidió hacerse cargo también de la dirección del Gulmont, asumió la necesidad de incorporar el potencial humano, el empuje y el carisma adquiridos por la nueva asociación a unas líneas educativas ya existentes, antes de que se escapasen de su control.
Riera se erigió, con muy oportuno criterio, en una figura que reencarnaba a un nuevo Lord Baden Powell, en el ámbito de la Laboral. De este modo, se puso al frente de la organización a alto nivel, mientras Jesús García Álvarez, también dominico, seguía estando al tanto de la organización real de los grupos que integraban el Gulmont y en contacto directo con ellos.
Riera empezó por dar a conocer a la prensa la noticia pormenorizada del descenso a la Sima de Cabra, organizando seguidamente una jornada especial de charlas con proyección de diapositivas sobre la reciente "conquista", haciéndose suyo de ese modo el éxito de una empresa que tres días antes se estaba tachando de temeraria.
Poco después se realizó una excursión de interés geológico a la Sierra del Torcal de Antequera. Y pronto procuró equiparnos con algo del material de que carecíamos.
Un paso definitivo que agradecimos mucho, fue el préstamo de una parte de los libros de montaña, geografía y espeleología de los que disponía en su biblioteca particular. Así fue como cayó en nuestras manos un ejemplar de "Cavernas y Simas de España" de Gabriel Puig y Larraz, publicado en 1896. Aquel libro era precioso para nosotros, que empezábamos a ciegas una actividad llevada más por la pasión que por el conocimiento de la tierra en la que nos desbocábamos. Y así copiamos a mano el contenido del capítulo correspondiente a la provincia de Córdoba, porque éramos conscientes de que allí teníamos las pautas que nos conducirían a nuevos descubrimientos.
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